Los actuales propietarios heredaron el negocio de sus padres, fundado en 1968. Originariamente era una venta o tabanco de abastecimiento de la barriada, donde se vendían todo tipo de productos de consumo habitual que nada tiene que ver con el tipo de “producto de la tierra gourmet” que vende ahora. La venta se ha ido ampliando y embelleciendo, cuidando todos los detalles y dándole una decoración rústica relacionada con la caza. La clientela son “fijos” en el sentido de que repiten habitualmente, sobre todo de Jerez, Cádiz y Puerto de Santa María. Clientes urbanitas que vienen a disfrutar el fin de semana de un desayuno o un almuerzo de campo. Son los únicos de la zona que tienen esta especialidad de cachuelas de conejo: higaditos muy frescos a la plancha. “A la gente le apetece venirse a comer una tostada con una zurrapita de lomo, aunque gaste gasolina”. Y pide lo de “toda la vida de Dios, por eso no puedo quitar de la carta el plato de huevos fritos con patatas”.